Ted Byler
La Biblia cuenta la crónica más antigua del mundo, la historia de Dios y Su Creación. Es el más encantador y emocionante relato que puedas imaginar, con giros sorprendentes, alta drama, peligro oscuro, intrigas y conspiración, amor y traición. Hay guerras y asesinatos, enigmas y sueños, mentiras y engaños, fantasmas y brujería, milagros y maravillas, ángeles y demonios. Pero no es una obra de ficción, es la saga autentica sobre el origen y la finalidad del mundo en que vives, desde la Creación hasta el Cielo.
Encuéntrate en este relato, porque es tú historia también. Dios diseñó el mundo con propósitos y motivos, y cada pieza de Su creación tiene su rol y tarea para cumplir. ¿Porque estás vivo en la tierra? ¿Cuál es el propósito de tú existencia? ¿Hay otra vida al pasar el velo de la muerte? Las respuestas se encuentran en las páginas de la Biblia. Efectivamente, estudiar esta historia es buscar a entender quién es Dios, porque toda cosa proviene de Él. Tú existencia se debe a Él. Ponderar el universo y el hombre realmente es contemplar en Dios.
El presente ensayo pretende fomentar la investigación seria de la divina historia de la salvación, a fin de entender quién es el Dios de esta salvación. También espero que sepas mejor quien eres tú, y dónde cabes en la historia que escribe el Autor y Consumador de la fe (Heb 12:2). ¡Es una historia muy bella y llena de esperanza!
La historia del mundo tiene capítulos que corresponden a diez eventos grandes. El mundo ya ha pasado siete capítulos y vivimos en el octavo. Queda poco tiempo hasta que comienzan los últimos dos.
Al maestro de estudios: Este librito fue escrito para estimular el dialogo entre los que quieren profundizar su conocimiento de las Escrituras y el Reino de Cristo, al bosquejar la relación de Dios con el hombre desde el inicio del tiempo al crear el cielo y la tierra hasta el último momento cuando todo se pasarán. Los capítulos pasan por la historia de forma concisa, intentando llegar al grano del plan de Dios para el ser humano al provocar una conversación coherente y racional de las Sagradas Escrituras. ¿Qué enseñan y qué es el fin último, el propósito más grande, para que Dios las ha preservado durante los siglos? La materia presentada en estos capítulos pretende provocar reflexiones profundas y preguntas complejas en tratar la duda más grande de la persona: “¿Quién soy, y porque existo?” Sin el Dios de la Biblia, las respuestas son vacías y muy desalentadoras, pero las enseñanzas de la Palabra entregan respuestas que dan ánimo al alma y abren un mundo de espiritualidades increíbles y bonitos.
El Mundo: una historia en diez capítulos
Sección I
- Creación – Dios creó el universo y vio que era bueno en gran manera
- Comunión – Dios y el Hombre gozaban de una relación íntima y perfecta.
- Corrupción – Entró el pecado y el mal en el mundo por medio de Satanás.
- Compromiso – Dios prometió enviar un Salvador.
- Convenio Provisorio – Dios instituyó un pacto entre Él y el ser humano.
Sección II
- Cristo – El Salvador prometido entró en el mundo.
- Cruz – La reconciliación efectuada
- Convenio Definitivo – El nuevo pacto, el Reino de Cristo
- Consumación – La Segunda Venida de Cristo y el fin del mundo
- Cielo – La Eternidad
Creación
Texto clave: Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día (Ex 20:11).
La primera frase del Antiguo Testamento lleva mucho para pensar: En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Gen 1:1). Antes de este punto, existía Dios. No hubo tierra ni mar, no hubo estrellas ni espacio. No hubo vida, el ser humano, el tiempo, la materia, el espacio, la energía, las leyes de la ciencia, nada que se relaciona a este mundo. Tampoco existían los ángeles, el Satanás, el ego, el orgullo, el pecado y el mal. Existía…Dios.
En el Nuevo Testamento, el Evangelio de Juan explican, En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Juan 1:1-3). Jesucristo se llama, el Verbo, porque antes de nacer en Belén y antes de la creación del mundo, existía con Dios. La Reina Valera 1960 lee, “el Verbo”, pero la traducción que se conforma mejor a la griega es, la Palabra (Reina Valera 1569 de Casiodoro). La Palabra es otro nombre para Jesús (1Juan 2:14; 1Ped 1:23; 1Tim 4:5; Ap 19:13) y el título apunta Su misión de entregar al mundo las enseñanzas y doctrinas de Dios. “La Palabra de Dios” es tanto un nombre de Jesucristo que el título de Su libro, “La Santa Biblia”.
Según el relato de Génesis, Dios creó el mundo; pero el evangelio de Juan dice que todas las cosas fueron hechas por el Verbo, o sea, por la Palabra. También Colosenses 1:16-17, Porque en él (Cristo) fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten. La síntesis de estos versos aclara que Dios y Jesús (el Padre y el Hijo) juntos crearon el universo. Dios habló la Palabra y fue hecho. Sea la luz, y fue la luz. Dios Padre creó el mundo por medio de la Palabra, que es Dios Hijo, aunque claro es que Jesucristo no es literalmente una palabra.
Génesis 1:2 dice que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Entendemos que el trino Dios se acordó en crear los cielos y la tierra. Si bien no fue revelado el concepto del Trino Dios hasta la primera venida de Cristo al mundo, se encuentran los tres personajes desde las primeras páginas de la Biblia hasta las últimas.
En el principio, toda parte de la creación de Dios era buena y perfecta, porque claro, la creó conforme a Su carácter. Dios es todo-sabio, todopoderoso y todo-bueno. No hay en Él desperfecto ninguno. Es recto, santo y justo. Así también Su creación, porque al terminar Su labor, dice la Escritura: Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera…Y acabó Dios…la obra que hizo…y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo (Gén 1:31).
La Creación de Dios es un testigo fuerte de Él pues la mente humana puede ver el invisible Dios al contemplar los buenísimos espectáculos de Su mano creadora. En ellos se nota Su carácter y naturaleza, Su poder e inteligencia, Su personalidad y pasiones (Rom 1:20; Sal 8:3-4; 19:1). La Ciencia verdadera revela el Creador, es realmente la búsqueda de Dios en estudiar Su universo. Muchos “educados” insinúan falsamente que la Fe y la Ciencia son incompatibles, pero Dios ha puesto en cada alma este instinto científico: “El universo existe, yo existo; tiene que existir un Creador.”
Fíjate la diferencia entre el ateo y el cristiano. El primero cree que el universo se creó a sí mismo de la nada, y el segundo cree que Dios creó el mundo de la nada. ¡La primera idea es absurda y contra toda lógica y las mismas leyes de la ciencia! La verdad bíblica es normal y lógica. Dios creó el mundo de la nada al decir la palabra.
El incrédulo descarta la Biblia como un libro de fábulas, pero el intento no es lógico ni honesto. ¡No hay libro como este! Los cuarenta escritores durante dos milenios se acuerdan minuciosamente en entregar el mensaje del Autor. Los consejos son derechos, las profecías se cumplieron, los principios son consecuentes, las historias suenan auténticas y las verdades ciertas. Pero la prueba más grande es la huella indeleble, desde las primeras páginas hasta las últimas, de la misión de Cristo en lograr la salvación de la raza humana. ¿Inventar esa historia durante 2.000 años? ¡Y aconteció! Finalmente, ¿Qué podría provocar tan gran cambio instantáneo en once hombres – de profunda desilusión y temor por la vida a potente denuedo y martirio? Solamente la plena certeza que Jesús se resucitó y que Su mensaje es verdadero.
El broche final de Dios fue la creación del ser humano. Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente (un alma). Como el artista que deja por último la parte más importante y detallada de su trabajo, Dios formó el Hombre, la última y más difícil pieza en Su obra maestra. Pero ahora nos preguntamos, ¿Por qué creó Dios el ser humano? En contestar, llegamos a capítulo 2 de esta historia.
Comunión
El cielo es Mi trono, y la tierra estrado de Mis pies; ¿dónde está la casa que Me habréis de edificar, y dónde el lugar de Mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a Mi palabra (Isaías 66:1-2).
La Biblia no dice en tantas palabras que el motivo de Dios en crear el Universo fue para diseñar una relación o comunión con el Hombre, pero al leer la Biblia, es lo que se entiende. De hecho, gran parte del Antiguo Testamento se compone de historias de Dios buscando por toda la tierra a personas que Le amara y honrara. En 2Crónicas 16:9 dice que desde lo alto Sus ojos recorren constantemente toda la tierra, para mostrar Su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con Él. Desde el tiempo de Adán y Eva hasta el día de hoy, Dios busca una relación especial, una comunión con un ser que tiene mente y emociones, un ser que puede contemplarle a Él, que puede razonar, elegir y comunicar con Él. Así que decidió crear ese ser, el ser humano. Por eso estás vivo tú, y por eso ha existido cada alma.
Pero antes del principio, Dios ya tenía una comunión y era una comunión perfecta: los tres personajes de la Deidad. Génesis 1:26, Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. Dios no estaba solo antes de crear el mundo. Sin embargo, era una comunión entre Sí mismo, entre Dioses, por decir. Querrían una relación más, a lo mejor como un matrimonio que decide tener hijos. ¿Por qué quieren hijos? Se sienten que les hace falta algo en la vida. Quieren hijos para gozar de la comunión, para amarles, cuidarles y hacerles felices pues este trabajo les hace sentir bien, útil, contento. También desean hijos para sentir el amor reciproco de ellos, ver su desarrollo personal y escuchar sus palabras de agradecimiento.
Sin duda, Dios creó el mundo y puso el ser humano en ello con la intención de entrar en una comunión estrecha. Quiso bendecirlos y amarlos, y quiso recibir de vuelta el amor y las gracias por parte de ellos. No creó un mundo de robots, sino un mundo de hombres, todos con mente y libre albedrio. Pueden elegir a Dios o rechazarle. Eso es la comunión más alta posible.
Captar este concepto es esencial en entender el mundo en que vivimos y el propósito de Dios para tu vida. Vas a encontrarte en muchas situaciones y circunstancias pasando por esta vida y seguramente en algún momento te vas a preguntar, ¿Cuál es el propósito más profundo para la vida? ¿Qué realmente quiere Dios? La respuesta más básica es que Dios anhela una comunión íntima con tú alma. Por eso creó el mundo. Esta vida tan corta es la enseñanza, la sala de clases por decir, para ese fin. Tendrá su aspecto final en el mundo venidero, lo cual será una existencia que sobrepasa la imaginación humana (1Cor 2:9). Es triste que muchos cristianos toman esta escuela espiritual en la forma del niño que va a colegio. Es un tiempo para disfrutar con amigos, para jugar y hacer chistes. ¿Estudiar y aprender? ¡Por favor que no! dicen.
Finalmente, Dios diseñó que la comunión entre Él y el Hombre se experimentara en el ámbito espiritual. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren (Juan 4:24). La relación que busca Dios es del corazón, del alma y de la mente. Este toca los dos primeros mandamientos según nuestro Señor (Mateo 22:37). A Dios, ¡no Le importa tu aspecto físico! Puede que eres alto o bajo, pelado o peludo, bonito o feo. A Dios, lo que Le importa es tu aspecto espiritual, el hombre interior (Ef 3:16). Entonces, en vez de hacer bonita la cara y el cuerpo, hagamos bonito el corazón y el alma. Sí, debemos preocuparnos de la apariencia, pues el testimonio de la vida santa se muestra mucho por el vestir y el cuidado. Pero recordemos que Dios no mira al exterior sino al interno, porque la comunión que diseñó es en espíritu y en verdad.
Volvemos a la historia. En el Huerto de Edén, la relación entre Dios y el Hombre era tranquila y perfecta, sin mentiras, engaños, codicias y rebeliones. Todo fue bueno y gozoso en gran manera. Allí termina el capítulo dos y el capítulo tres es triste.
Corrupción
Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo (Isaías 14:13-14).
Se cree que Dios creó los ángeles en el principio junto con las otras grandezas del universo, pues son espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (Heb 1:14). Quiere decir que fueron creados para ayudar a Dios en administrar asuntos terrenales. Satanás era el ángel más bello, sabio y poderoso que Dios había creado. Como los seres humanos, los ángeles también tiene la capacidad de elegir, y Satanás decidió rebelar contra su Creador. Dejó el puesto y servicio de Dios para seguir su propio camino. Dios dijo de Satanás: A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que Yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; Yo te arrojaré por tierra (Eze 28).
Génesis 3 cuenta la historia, como este personaje rebelde y malvado fue en deszafre a Adán y Eva y les engañó a rebelarse también contra Dios. Con ese acto entró en el mundo la corrupción, la suciedad y todo tipo de iniquidad. Hasta ese momento, todo fue bueno en gran manera, pero de allí en adelante, el mundo entero se contaminó, desde los átomos y las leyes de la ciencia hasta la mente y designio del Hombre.
No sabemos por cuanto tiempo vivían Adán y Eva en el Huerto antes de ser engañados por Satanás. Pensamos que no fuera largo tiempo, porque si bien Dios había dado en Edén el mandato a multiplicar y llenar la tierra, Adán y Eva no tenían hijos hasta después de su pecado. No obstante, durante ese lapso Dios y los hombres vivían juntos sin obstáculo. El huerto era muy cómodo y el clima muy agradable. Dios pasaba por el huerto hablándoles en voz audible, aunque no en forma visible (Gén 3:8). La vida era muy amable y no había nada para ser descontento ni para desear además.
Todo cambió en un instante debido al pecado de Adán. En lo espiritual, murió una parte de Adán y Eva, y ese defecto se traspasó a su descendencia hasta el día de hoy. En lo físico, la creación fue sujetada a vanidad (Rom 8:20), o sea, la creación cambió para seguir las leyes de corrupción, de deterioro, muerte y caos. Así es hasta el día de hoy en todo el universo. El amo del mundo, el Hombre, había pecado y por consecuencia se corrompieron los bienes del amo.
Vivimos en un mundo plenamente afectado por la corrupción. Nacemos en una condición imperfecta pues fuimos concebidos en un mundo caído y corrompido. Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (Rom 5:12). No es que al nacer somos pecadores, porque la culpa no se puede traspasar al otro. Cada uno es culpable por sus propias decisiones y acciones, ya que cada uno ha desviado de Dios por seguir su propia voluntad. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Rom 3:10-12).
Al nacer entonces, el ser humano no es perfecto como Adán y Eva. Con el engaño de Satanás entró el pecado y la corrupción en el mundo, porque el hombre eligió seguir la mentira de Satanás en vez de la buena palabra de Dios. El hombre que nace en este mundo es la propiedad de Satanás, porque por artimañas y engaños ha adquirido el señorío del mundo y el alma de cada hombre.
Es la carne/mente del hombre que nace contaminada, caída y muerta. A esta tercera parte del ser humano la Biblia se le llama, el viejo hombre (Ef 4:22), que es la mente caída con sus deseos egoístas y rebeldes (Rom 12:2). Estos siempre impulsan al hombre tomar su propio camino y rechazar el Creador y la relación espiritual que Dios ha diseñado. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz (Rom 8:5-6). El viejo hombre se opone a Dios (Gál 5:17) porque es corrompido y “muerto.” El hombre nace así, por ser hijo de Adán. Entonces, en una manera la muerte física es una bendición, porque de otra forma seguiríamos en cuerpos contaminados para siempre.
El alma y el espíritu del hombre nacen limpios y sin contaminación, pero en poco tiempo de vida, también llegan a ser contaminados por el pecado. Como Adán y Eva, todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó su camino (Is 53:6). Trae culpabilidad al Hombre completo: la carne, el alma y el espíritu. Está muerto y culpable ante Dios. ¡Nuestra condición como hombre es muy grave y desesperada! Somos cautivos por completo de un amo malvado, un diablo rebelde, inicuo y asesino. ¡Él quiere que compartamos su eterno castigo en el lago de fuego y azufre! Por eso anda por el mundo, un león rugiente, buscando a quién devorar (1Pedro 5:8).
La corrupción. El mundo se encuentra bajo el dominio de Satanás, y toda la creación gime a una, esperando a ser libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Rom 8:21-22). La situación del Hombre es irreconciliable desde su punto de vista. Adán y Eva no pudieran deshacer su pecado. No pudieran volver para re-vivir ese momento. Ya pasó el momento y el mundo entero cayó en manos del engañador. Por naturaleza el hombre tiene la tendencia de seguir sus caminos, sus ideas, sus gustos y deseos, y no agradar a Dios según Su plan y diseño. Nace en el dominio de Satanás.
El Compromiso
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mat 1:21).
Gracias a Dios, no dejó a su Creación seguir en la corrupción sin remedio. Después del pecado de Adán y Eva, Dios les dio una esperanza. Prometió mandar al mundo un Salvador que derrotaría a Satanás y rescataría de su poder las almas de los hombres que el Salvador elegiría salvar. La primera profecía de este evento se encuentra en Génesis 3:15, cuando Dios dijo a Eva y la serpiente, Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Quiere decir que, de la simiente de la mujer, iba a llegar un Personaje que heriría a Satanás en la cabeza. Nacería un Príncipe que pondría en libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel (Is 61:1). La antigua profecía concuerda exactamente a la historia, pues de la simiente de una mujer, sin conocer varón, nació Jesús (Lucas 1:34).
Hay muchas profecías, tipos y símbolos que hablan del Salvador y su obra. Son escondidos y dispersados en las Escrituras para que Satanás no pudiera saber de antemano su derrota y así evitarla. Podríamos dar muchos ejemplos en el Antiguo Testamento del Salvador venidero: el cordero del holocausto, la profecía de la virgen que daría a luz un Hijo, Abraham sacrificando su hijo amado a Dios, que el Salvador se llamaría Dios con nosotros, etc. Elegí citar un ejemplo menos conocido pero muy bello, que destaca la manera en que el Salvador quitó de Satanás el dominio que poseía sobre todo alma humano. Este ejemplo se encuentra en la ley del pariente-redentor del Antiguo Testamento.
Dios puso esta ley para asegurar que los terrenos y bienes siguieran en la misma familia para siempre. Al morir el dueño de un campo, sus bienes, animales y propiedades pasaron a sus herederos. Pero, ¿qué pasó si no hubo heredero? La ley del pariente-redentor mandó que el pariente más cercano “redimiera” los bienes del difunto. Es interesante el uso de esta palabra, “redimir,” porque significa comprar de nuevo algo que ya fue tuyo. No se usa la palabra para comprar algo ajeno, sino algo que ya conoces. En EEUU hay “tiendas de empeño” donde puedes dejar un artículo tuyo en cambio de dinero. El dueño del local toma el artículo y te pasa el dinero que corresponda al valor que él ponga al artículo. Puede vender tu bien a cualquiera que entra, pero si nadie lo compra, puedes volver y comprarlo de nuevo. Eso es la idea de redimir, es comprar de nuevo algo que ya fue tuyo en otra ocasión, pero ahora pertenece a otro.
Eso es justamente lo que hizo Jesús para nosotros. Nos compró del Diablo por Su propia sangre. Nos redimió, porque en el principio el hombre era propiedad de su Creador. En el capítulo anterior, vimos que el hombre es propiedad de Satanás pues hemos elegido cada uno seguirle a él en pecado y rebelión. La obra redentora de Jesús fue permitir que el Diablo Le maltratara y matara y así ganar la autoridad para rescatarnos de las garras de Satanás. Pero aconteció una sorpresa muy grande. Es que el Diablo no sabía que iba a resucitar de la muerte Jesús. Pensaba él que al quitarle la vida de Jesús, habría ganado. Hablaremos de ese detalle en otro capítulo.
Volvemos a la ley del pariente-redentor y su caso más conocido, que se encuentra en la historia de Rut. Recuerda que toda la familia de Noemí había muerto menos su nuera Rut, que era además una moabita. No era parte del pueblo de Dios. De hecho, años antes Dios había dicho que nunca y para siempre podría entrar un moabita en la congregación de Jehová (Deut 23:3). Bueno, sabemos la historia, que se quedaba Noemí y Rut solas, en condiciones muy pobres en Israel. Cada día la moabita Rut salía para buscar alimentos, haciendo tareas y espigando en los campos para ayudar a su suegra. Aunque vivían en el campo de la familia, no hubo nadie para trabajarlo, y la situación de ellas era muy complicada.
Pero Dios miró con favor a esas mujeres y sobre todo vio que el corazón de Rut era de oro. Ella pudo haber dejado a la anciana Noemí ir sola por el mundo, pero Rut se dedicó a ella. Rut hizo este compromiso con Noemí, Dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios, donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada. Y no fueron meras palabras, pues Rut dejó su pueblo y nación para acompañar a Noemí a una tierra extraña. Allí servía como las manos de su suegra. Pero, ¿Qué de esa declaración de Dios, que nunca entraría un moabita en Su congregación, ni siquiera para siempre? Aquí aprendemos quien es nuestro Dios. ¡Es tan benigno, misericordioso y muy perdonador! Aunque la ley de Dios es siempre justa y derecha, Él siempre está dispuesto a extender misericordia y favor. Solamente necesita ver una razón para hacerlo. ¡Cuán bueno es Él! Por eso decimos que la historia del mundo es realmente estudiar quien es Dios.
En el caso de Rut la moabita, Booz fue el pariente cercano quien le redimió y le tomó para su esposa. Había un pariente más cercano que Booz, pero este no quiso redimirla. El asunto se detalle en Rut 4:3, Luego dijo (Booz) al pariente [más cercano]: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec. Y yo decidí hacértelo saber, y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo. Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti. Y él respondió: Yo redimiré. Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión. Y respondió el pariente: No puedo redimir para mí, no sea que dañe mi heredad. Redime tú, usando de mi derecho, porque yo no podré redimir.
Medita el significado espiritual para los redimidos de Cristo. Booz es un símbolo de Jesús y el pariente más cercano es el mismo ser humano, el Hombre, porque él tiene la primera opción a redimir. Pero, ¿cómo puede un hombre redimir la raza humana? No es posible, ni siquiera si fuera un hombre bueno. Además, el hombre bueno piensa, “Tengo que pensar en mí propio bien. No puedo dejar que esa mujer corrupta manchara mi buen nombre y carácter. No puedo redimirla. Me gustaría tener sus bienes, pero ¿ella? Es moabita.”
El Apóstol Pablo lo describió así: Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom 5:7-8). Fuimos todos moabitas sucios, pero Cristo nos redimió.
El pariente más cercano estuvo dispuesto a redimir los bienes de Elimelec, pero al enterarse que significaba tomar por mujer la moabita Rut, no pudo. Pero Booz miró a Rut y vio en ella algo de valor. Aunque nadie más podía, Él le valoró, y decidió en redimirla para sí mismo. ¡Es lo que hizo Jesús con nosotros! Sabía que el Hombre fue muerto en pecado, maldito, alejado y ajeno, pero tuvo misericordia de él. La situación se dibuja en Ezequiel 16:3, Así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén (la Iglesia es el Jerusalén del nuevo pacto): Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea. Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste. Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive!
Dios vio el hombre, como este infante no querido, y le amó. El Apóstol escribió, Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (Ef 2:5, 12-13). Si podemos entender de corazón nuestra verdadera condición y lo que ha hecho Dios para nosotros, nos cambia en gran manera. Fuéramos como la maldecida Rut y el desechado bebé, esclavos al pecado y a Satanás. Pero Cristo vio algo de valor en ti y obró para redimirte de las garras de Satán. Si te aproveches de este gran rescate que ofrece Cristo, Él te dará nombre, lugar y herencia, justo como hizo Booz con la moabita Rut.
Entre los nombres grandes en la genealogía de Jesús en Mateo 1, aparece el nombre de una pobre viuda moabita, que se llama Rut. Este dato habla fuerte de la esperanza y oportunidad que tiene cada hombre, no importa quien sea. Si Dios hizo acepto a la moabita Rut, aceptará al más vil pecador. ¿Quién es Dios? Contesta el Salmista: Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció Su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que Le temen. Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo… 17) Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que Le temen, y Su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan Su pacto, y los que se acuerdan de Sus mandamientos para ponerlos por obra.
¿Qué hizo Rut para recibir el favor de Jehová? ¿Y qué puedes hacer tú para recibirlo? Vemos en Rut la buena voluntad, la entrega, el compromiso. Nada más podía ofrecer a Booz. Ella no ofrecía dinero, fama, ni siquiera dice que ella era bonita. Así es con tu alma y Cristo. Nada más puedes dar que tu amor y agradecimiento.
El compromiso. En ello, vemos en gran manera los atributos de Dios y también del Hombre, y este último se hace aún más claro en el próximo capítulo.
Los Convenios Provisorios
Ahora, pues, si diereis oído a Mi voz, y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra. (Ex 19:5).
Dios no puso una fecha para cumplir la promesa que hizo con Adán y Eva a mandar Él que herirá al Diablo en la cabeza y liberar los hombres de su esclavitud. Quizás creían que Caín fue el Salvador prometido, porque al nacer su primer hijo, Eva dijo, Por voluntad de Jehová he adquirido varón. En el hebreo es: “He adquirido un varón, que es Jehová.” Parece que Eva entendía que el Salvador iba a ser Dios mismo, una verdad escondida en Las Escrituras pero revelado con el nacimiento de Cristo.
Sin embargo, Dios no mandó a Jesús al mundo de inmediato. Escribió un capítulo más, los eventos del Antiguo Testamento. La época duró 4.000 años, en la cual Dios hacía varios pactos con los hombres, seis por lo menos que destacan al afectar a mucha gente.
- El pacto que hizo Dios con Adán a cuidar el Huerto de Edén.
- El pacto que hizo Dios con Noé a no destruirle con el mundo.
- El pacto que hizo Dios con Abram a darle la tierra de Canaán (Gen 15).
- El pacto que hizo Dios con Moisés en el Monte de Sinaí (Ex 32:16; 34:27).
- El pacto que hizo Dios con el tribu de Leví (Num 25:12; Mal 2:8)
- El pacto que hizo Dios con David, que su reino durará para siempre (2Sam 7:12f; Jer 33:21; Luc 1:32).
Llama la atención que los pactos cada uno tiene dos aspectos. Con Adán hubo un pacto antes y después de su pecado; con Noé también un pacto antes y después del diluvio. Con Abram, un pacto antes de salir de Ur y una actualización en Canaán. Con Moisés, hubo un pacto escrito en tablas de piedra por el dedo de Dios y otro escrito por Moisés. Los pactos con Leví y David, que según las Escrituras son pactos perpetuos, tienen sus dos aspectos en el ámbito físico del Antiguo Testamento y el ámbito espiritual del Nuevo Testamento. Cristo es el hijo de David que ha tomado el trono de David de forma espiritual, y Su reino durará para siempre. Del mismo modo, el tribu de Leví corresponden espiritualmente a los redimidos, son los levitas del Nuevo Pacto (Jer 33:20-22).
Antes de crear el mundo y ponerlo en marcha, Dios ya tenía elaborado todo detalle de este plan para el Hombre. Ya sabía lo que iba a pasar (2Tim 1:9-10). Esto vemos también en detalles escondidos en tipos, sombras y profecías en todas las Escrituras. Anunciaban en detalle y desde la antigüedad todo lo que iba a suceder en la historia de esta relación entre Dios y el Hombre. Los profetas y escribas que narraron las palabras de Dios no podían entenderlas (1Ped 1:10-12), pero en el momento correcto Dios las reveló.
Los episodios en los convenios provisorios del Antiguo Testamento sirven a nosotros por ejemplos y fueron escritos para enseñarnos (1Cor 10:11). El pacto más conocido y duradero era el pacto que hizo Dios por medio de Moisés a los israelitas. En el Nuevo Testamento, se le llama a este pacto, “la Ley.” Era un código de conducta que rigió en la sociedad, la política y la religión. Muy amplio y detallado, la Ley dominó y condenó al hombre hasta la venida de Cristo. A veces nos preguntamos, ¿Porque ordenó Dios la Ley? ¿Por qué no mandó a Jesús de inmediato para salvar al Hombre? Había varios motivos, pero cada uno se base en una verdad que se explica el Gálatas 3:24, La ley ha sido nuestro ayo (o guía), para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Aquí unas maneras en que la Ley ha guiado el Hombre en la búsqueda de Dios y la verdad.
- El Antiguo Testamento enseña de mejor forma quien es Dios y como se relaciona con el Hombre. Es un registro de Sus actividades en el mundo y con el hombre.
- El Antiguo Pacto nos ayuda entender la inmensa diferencia entre Dios y el Hombre. Hace destacar el grave problema del pecado y la culpa, y la gran necesidad de reconciliación con Dios.
- Demuestra la plena imposibilidad de ganarse la vida eterna cualquier hombre por cumplir requisitos.
- Enseña la importancia de un sacrificio divino para rescatar el Hombre del dominio de Satanás.
- El Antiguo Testamento da fuerte apoyo al mensaje y obra de Jesús por medio de profecías e analogías.
- Finalmente, no entenderíamos a Jesús el Mesías sin el trasfondo del Antiguo Testamento.
No obstante, al leer las historias del Antiguo Testamento se puede preguntar si el Dios del Antiguo Testamento es diferente que el Dios del Nuevo Testamento. Es que el Dios del Antiguo se ve estricto, duro, airado; pero el Dios del Nuevo es misericordioso, amoroso y perdonador. ¡Dios no cambia! Es el mismo Dios (Heb 13:8). Dios se ve distinto en los dos testamentos porque el antiguo era un pacto físico, de una nación física con líderes físicos y leyes físicos. El nuevo es completamente distinto. En vez de una nación hay un reino. En vez de un pueblo de judíos hay pueblos, razas y lenguas de toda nación debajo el sol. Cristo es el rey de este Reino, que existe en el ámbito espiritual, con las leyes escritas en el corazón, no en tablas de piedra (Heb 10:16).
Pero la razón más grande por esta diferencia que se ve en Dios entre los dos pactos se puede decir con una sola palabra: Cristo. Dios es perfecto, derecho, santo, justo. ¿Cómo actuara tal Personaje con hombres rebeldes y pecaminosos? En justicia y venganza. No hay otra forma. Ahora con la llegada de Cristo y Su sacrificio intermediario, Dios pueda, con toda razón y derecho, actuar con misericordia, perdón y amor. Tiene un respaldo, el hombre Jesús.
Aunque el Antiguo Pacto era provisorio, no significa que no fue valioso. Jesús dijo que no pasaría ni una tilde de la Ley hasta que todo se ha cumplido. Y el Apóstol dijo, no invalidamos la Ley, sino que confirmamos la Ley (Rom 3:31). El Antiguo Pacto nos conduce a Cristo, el único Salvador que pueda rescatarnos de Satanás, quien nos hizo cautivos a su voluntad (2Tim 2:26). Lo que sí tenemos presente es que no vivimos bajo las estipulaciones de la Ley del Antiguo Testamento. Hoy día, vivimos en el Nuevo Testamento y según la Ley de Cristo.
Para estudiar más este tema, Gálatas 3 explica bien porque la Ley. Cerramos este capítulo en la historia del mundo al citar Dios hablando por medio de la profeta: He aquí, Yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que Yo venga y hiera la tierra con maldición (Mal 4:5-6). Son las últimas palabras del Antiguo Testamento y describen la situación en ese momento. El corazón desviado de padres e hijos, la tierra bajo la maldición. El mundo esperaba a un Salvador para reconciliar las dos partes, el trino Dios y el Hombre. El Antiguo Testamento termina con una palabra adecuada: maldición. La última palabra del Nuevo Testamento es también instructiva y adecuada: vida (así en inglés).
Cristo
En quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados. Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación (Col 1:14-15).
Desde el principio Dios había prometido enviar al mundo un Salvador. Desde antes del principio el trino Dios había concordado en que Uno de ellos iba a dar Su vida para rescatar Su Creación del poder del Diablo (Tito 1:2; Ap 13:8). Con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros (1Ped 1:18). Dios Hijo fue el indicado para obrar esta misión.
No fue una sorpresa a Dios la caída de Satanás y el pecado de Adán. Lo sabía de antemano. No tuvo que improvisar o actuar rapidito para rectificar una situación inesperada. Dios existe desde la eternidad y hasta la eternidad, está fuera de los límites del material, del espacio y del tiempo. Quiere decir que todo lo sabe Dios desde siempre y hasta siempre. No tiene que vivir el momento, pues al existir fuera de tiempo puede ver toda la historia como un cuadro ya pintado.
Puede que hallamos la idea preocupante. ¿Porque entonces, creó Dios el mundo, si ya sabía que iba a caer en manos de Satanás? Y la pregunta compañera, ¿Por qué permite Dios que el mal sigue en el mundo hasta el día de hoy? Son preguntas importantes. Para contestarlas, hay que recordar el propósito de Dios en crear el mundo. Quiso desarrollar una relación especial con un ser que eligiera esa comunión, no como los pájaros que alaban a Dios sin voluntad propia, sino como el hombre que, teniendo la voluntad propia, la niega para seguir la voluntad de Dios.
Tal situación es imposible sin que existiera el mal. Adán y Eva obedecían naturalmente el mandato de Dios de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque no había entrado el mal en el mundo. No entró en sus mentes otra cosa que seguir las palabras de su Creador. Es decir, sin la opción de escuchar a Satanás, no fue posible que el Hombre tuviera el libre albedrio con respecto al bien y el mal, ni la opción de obedecer o desobedecer a Dios. Esto sugiere que Dios planeó el mundo para que así se desarrollara el asunto sobre la tierra y así lograr Su idea principal – diseñar la comunión más alta posible, una relación voluntaria, libre y profunda.
Por eso el mal sigue un tema grande en el mundo de hoy. Dios no obligará a ningún hombre durante esta gran prueba que se llama, ‘la vida’. Está buscando un pueblo que elige tener una relación estrecha con Él y mientras haya, aguantará el mal para desarrollar esa comunión. Este concepto sale claro en 2Pedro 3:9, El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
En el momento apropiado, Dios mandó a su Hijo unigénito al mundo. Al leer los evangelios y otros escritos de la época en que nació Jesús, se nota una gran expectativa entre los griegos, egipcios, babilonios y judíos. Los judíos calcularon los años según la profecía de Daniel 9:25 y sabían que el tiempo había llegado. El historiador romano, Suetonio, cuenta que en todo el imperio romano dominaba la idea de que algún rey iba a surgir en Judea que logrará el imperio universal. Otro historiador romano, Tácito, escribió, “Se creían que fue profetizado en los libros de los sacerdotes que la tierra del Este iba a prevalecer en el mundo y que un personaje se levantará de Judea para poseer el dominio.” Josefo y Filo hacen mención del mismo. Los magos que vinieron del oriente para adorar al recién nacido rey en Jerusalén vinieron con la misma creencia.
Dios había planeado con cuidado este evento tan deseado, que inició el momento enfoque en la saga de Dios y el Hombre: la venida del Salvador, la esperanza de Israel…el Redentor…el Libertador que apartará de Jacob la impiedad (Rom 11:26). El profeta Hageo escribió las palabras de Jehová: Haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. Según Col 1:26, la obra redentora de Cristo fue el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades. Entre las naciones del mundo prevalecía la ilusión de esperanza y paz. Era el momento bien preparado y justo.
Entonces, al llegar Juan el Bautista al escenario, todo el mundo se fue al desierto para escuchar su mensaje sobre la venida del Hijo de Dios, que limpiará Su era; y recogerá Su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará (Mat 3:12). Los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan cuentan el tiempo increíble en que el Creador del mundo caminaba sobre esta tierra, manifestándose en cuerpo humano, hablando y viviendo con los hombres (1Juan 1:1).
Cristo vivía en carne, un ser humano por completo; sin embargo, Su ser era Dios por completo. Es difícil para la mente humana comprender esta verdad, pero la Biblia la hace evidente al contar los hechos de Cristo. Como todo hombre, tuvo carne y sangre, y sintió el dolor y hambre; tuvo los mismos deseos que cualquier hombre y experimentó las mismas tentaciones. Por otra mano, obraba muchos milagros, señales y pruebas (que solamente Dios puede hacer); perdonaba los pecados de otros hombres (que solamente Dios puede hacer); vivía sin pecado ni error por toda la vida (que solamente Dios puede hacer); aceptaba la honra y adoración de hombres (que solamente Dios debe hacer). Entonces, es increíble que varios grupos no creen que Cristo sea Dios. La Palabra de Dios hace respuesta clara a la pregunta, ¿Quién es Cristo?
- Es el Dios que creó el mundo (Juan 1:1-2; Col 1:15-16, Heb 1:2, 8, 10)
- Es Jehová, el Dios del Antiguo Testamento (Jer 23:5-6)
- Es el Dios que habló cara a cara con Moisés y le dio las tablas de la ley
- Es la Roca que guiaba los israelitas por el desierto (1Cor 10:1-4)
- Es el gran “Yo Soy” (Juan 8:56-58; Ex 3:14)
- Es Uno con el Padre (Juan 10:30; Is 9:6; Juan 14:9)
- Es el Visible del Invisible (Juan 1:18; Ex 24:9-11)
- Es el Dios que se hizo hombre para declarar el Dios (Fil 2:7-11; 1Tim 2:5)
- Es el Dios de nuestra salvación (1Tes 5:9); el Dios que nos redimió del Diablo (Tito 2:13-14)
- Es el Dios que debemos honrar, obedecer y adorar (Heb 1)
Aunque Cristo es plenamente Dios, no es Dios Padre (Juan 14:28; Marcos 13:32). La Deidad existe en tres: Dios Padre, Dios Hijo, Dios el Espíritu Santo (Mat 28:19), la Trinidad. Cada uno es un Personaje individuo, y cada uno es Dios. Si bien es difícil comprender, en la naturaleza hay similitudes de esta paradoja. El agua existe en tres formas: hielo, vapor y líquido. Aunque se ve distintos a los ojos, no hay diferencia en la esencia de los tres, se compone de un átomo de hidrogeno y dos átomos de oxígeno. Otro ejemplo es la existencia humana en las tres realidades: tiempo, espacio y materia. Estas tienen cada uno sus distintas características, pero juntos forman la experiencia en que se puede desarrollar la vida humana.
Es importante que entendamos quién es Cristo porque es nuestro gran Dios y Salvador (Tito 2:13). No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 4:12). En Cristo depositamos nuestra fe, y El la guardará al día final cuando nos recompensará (2Tim 1:12). Cristo es el centro de nuestra religión. Apocalipsis 5 pinta un cuadro bonito y llamativo; una búsqueda por el cielo, la tierra y el mar para encontrar alguien dispuesto, digno y capacitado para rescatar el hombre de Satanás. Cristo era el único Ser que cumplía con los requisitos, y se humilló para aceptar la misión (Fil 2:7).
El Creador se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Siendo el Príncipe y Dios poderoso del universo, pudo haber bajado del cielo en esplendor y majestad, exigiendo la adoración y honra que merecía Su posición y potestad. No obstante, eligió llegar en forma de un bebé. No a una familia de fama, o de riqueza, o de realeza, sino que nació en un pesebre a una familia de campo, una familia humilde y sencilla, pero una familia honrada, íntegra y justa. El Hijo de Dios vino a este mundo para cumplir una misión especial: arreglar el gran quiebre entre Dios y el Hombre que Satanás había provocado en el Huerto de Edén. Vino para reconciliar el estado del Hombre con su Dios y para rescatar de la mano del Diablo cuantas almas que eligió a salvar, es decir, cada persona que ha mostrado durante su vida que es digno de recibir Su regalo de salvación.
Voluntariamente y como Dios/hombre, nuestro Salvador vivió sobre la tierra una vida perfecta e intachable, en cada punto agradable a Dios, conforme a Su voluntad y sin mancha de pecado. Hebreos 2:14 explica que Jesús vino en carne y sangre para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al Diablo. Cada hombre ha pecado, y la paga de pecado es muerte (Rom 6:23). La misión de Jesús fue dar al mundo la luz del conocimiento de la Verdad (2Cor 4:6) que nos conduciría a la salvación y la vida eterna después de la muerte. El fin último de la venida del Salvador al mundo fue para rescatar el Hombre de su cautividad al pecado y Satanás. El nombre Jesús tiene por significado, “el Salvador, el Libertador.”
La Cruz
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios (Heb 12:2).
Por cuatro mil años, desde la Creación hasta el Calvario, el hombre vagaba por la vida sin Salvador, sin remedio de su condición contaminada, sin poder escaparse de su cautiverio a Satanás. Sí, durante esos años Dios trataba con los hombres y hacía pactos, pero quedaba un golfo grande. Dios es perfecto en toda parte de Su personalidad; es santo, bueno, justo, derecho (Is 6:3). No hay en Él una molécula de impureza, engaño o intención mala (Stgo 1:17). Por otra mano, cada hombre se ha mostrado egoísta, rebelde e inconstante. El corazón del hombre es engañoso más que todas las cosas, y perverso (Jer 17:9).No hay un solo justo, ni siquiera uno (Rom 3:10).
¿Cómo puede existir esa comunión estrecha que anhela Dios con el ser humano de libre albedrio? Vive entre ellos un problema grande, una contención, un freno que lo hace imposible. Cristo vino al mundo para arreglar la situación, y hubo una sola manera de hacerlo, una manera increíble pero contundente. Se ofreció Su vida para darnos vida nueva. 1Timoteo 2:6 dice que Él dio a Sí mismo en rescate por todos. Cristo, el Dios/hombre aceptó la misión de vivir como hombre y morir como Dios para rescatarnos del Diablo. Pero la muerte de Jesús fue solamente la primera parte, porque después de tres días en la tumba, volvió a vivir eternamente. Es esta salvación que nos ofrece Jesús: no solamente escapar de la muerte eterna con Satanás, sino alcanzar la victoria eterna sobre el pecado. ¡Increíble el amor, entrega y sacrificio que ha demostrado nuestro Salvador por nosotros! ¿Cómo no podemos ser conmovidos a comprometernos hacer lo mismo con Él?
La parte más importante de la venida de Cristo al mundo aconteció al final, el sacrificio de Su vida en nuestro lugar. En lo físico se le llama el evento “la crucifixión”, pero en lo espiritual se le llama, “la expiación”. La mente humana entiende fácilmente la crucifixión del Hijo de Dios, porque la lógica es directa y simple: una Persona inocente se ofreció morir en lugar de otra persona culpable. Podría pasar entre humanos, si una persona le ama mucho a otra persona. Pero cuando Dios lo haga, el hecho es eterno y de infinito valor pues Dios es eterno y todopoderoso. Quiere decir que Él puede redimir por siempre y sin límite. Una sola gota de sangre del Todopoderoso vale más que el universo entero, y fue esa preciosa sangre que nos redimió (1Ped 1:19).
Si bien la crucifixión de Jesús se entiende fácilmente aun por niños, comprender “la expiación” es otra cosa, pues los acontecimientos en el campo espiritual al morir el Hijo de Dios sobrepasan los límites de la mente humana. El cuadro grande es sencillo, fue el hecho de reconciliar el hombre con su Dios. Pero al estudiarlo en profundidad, los detalles nos maravillan de complejidades. Se puede dividir la expiación en dos materias, o logros en el campo espiritual que hizo Jesús: 1) logró un escape para las almas caídas en culpa y cautiverio del poder de Satanás, y 2) logró una manera que esas almas manchadas por pecado puedan unirse de nuevo en comunión perfecta con Dios.
Estos dos logros corresponden a dos eventos vistos en el mundo físico: 1) la muerte y 2) la resurrección de Jesús. Aunque los dos son esenciales y muy entretejidos en la obra de salvación, quizás se puede decir que la muerte de Jesús le dio el poder de rescatarnos del poder del Diablo y la resurrección de Jesús le dio el poder de quitar los pecados de nuestras almas. Esa idea también tiene por base el Romanos 4:25, (Jesucristo) fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. Dos obras a dos resultados que juntan en lograr la salvación de las personas que viven por la fe en Cristo.
Exploremos más profundo los dos logros de Jesús para efectuar la salvación de los hombres. Recuerda que a Satanás pertenecían las almas del ser humano al provocar a cada uno pecar contra su Creador y Dios. Satanás las tomó legítimamente como su propiedad, incluso aquellos que de corazón no querrían estar en su malvado reino, pero por ser manchado con pecados allí estaban. No podían escaparse, no podían salvarse en ninguna forma. Pero Dios tuvo misericordia de ellos y bajó de Su puro y santo palacio celestial para rescatarles.
Para hacerlo, tuvo que vivir como hombre, pero un hombre perfecto y sin pecado, pues solamente de esa forma sería digno de ofrecerse como sacrificio a muerte en nuestro lugar. Explica Hebreos 2:14, Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él (Jesucristo) también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (Heb 2:14-15). En dar Su vida por nosotros, Cristo pagó el precio de rescate que exigió la culpa de nuestros pecados.
Exactamente como liberó Cristo las almas escogidas del poder de Satanás no lo sabemos, pues aconteció en el campo espiritual. Pero varios textos bíblicos lo describen como una batalla de rescate, en que Cristo y sus huestes derrotaron a Satanás y sus huestes. Jesús saqueó del poder del Diablo cuantas almas que quiso (Mat 12:29). Parece que aconteció inmediatamente después de Su muerte y resurrección, como explica el Apocalipsis 12:7, Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
El Acusador pensaba que había ganado al ver el Hijo de Dios colgando muerto, pero su alegría cambió en gran temor cuando se resucitó (1Cor 2:8). De repente, fue quitado de él su poder. ¿Y cuál fue ese poder? Antes de la muerte de Cristo, Satanás tuvo el derecho de acusar aun los fieles como Noé, Job y Daniel ante Dios, pues ellos habían pecado también. Y Dios es justo, entonces tuvo que darle la razón al Diablo. Dios es Todopoderoso sí, pero no puede actuar contra de Su carácter y personalidad. No puede negarse a sí mismo (2Tim 2:13). Pero, al morir el Hijo de Dios, cambió por completo la situación. Ahora con todo derecho el Cristo puede sustituirse para Noé, Job, y Daniel ante el tribunal de Dios.
Así es que el punto más oscuro en la historia del mundo se cambió en un instante al punto más brillante. Dice en 1Pedro 1:18-20, Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo.
Es la sangre de Cristo que nos rescató del poder del Diablo. El canto de los redimidos en Apocalipsis 5 es, Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre nos has redimido para Dios. Recuerda que el significado de la palabra “redimir” es comprárselo de nuevo. Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1Cor 6:20; también Mat 12:29; Ef 4:8; Juan 12:31; 1Ped 3:19; Juan 19:17).
Se han hecho la pregunta, ¿Por qué tuvo que morir Cristo para que Dios perdonara a los hombre? ¿Por qué no podía Dios simplemente pronunciar las palabras, ‘te perdono’? Por dos razones, creo yo. Primero, ¿Cómo puede un juez justo perdonar un delito grave? Tiene que existir una recompensa o paga para la infracción. Cristo pagó la deuda de nuestra infracción. Segundo, el perdonador siempre tiene que sufrir el daño del otro. Por ejemplo, si te roban cien mil pesos, pero tú dices, ‘te perdono’, todavía sufres el daño. Pierdes los cien mil. Los sufrimientos de Cristo nos convencen que Él ha cargado sobre sí mismo nuestros pecados.
Con el poder que había ganado sobre Satanás por Su muerte, Cristo liberó de Hades las almas de los escogidos. Sin embargo, falta una transacción más, que es el segundo logro en el campo espiritual. Esto fue el quitar de las almas humanas, cualquier contaminación de pecado. De nuevo, es algo fácil entender en cuadro grande, pero los detalles nos confunden. Pensémoslo: ¿Cómo se puede remover del alma la culpa de pecado que ya fue hecho? El criminal que hurtó no puede deshacer su acto de robar, ni si el juez le perdona. Del mismo modo, los pecados de los hombres no se pueden deshacer. Ya son hechos. Aquí entra el concepto del “llevador del pecado”. Recuerda el pasaje en Isaías 53:6, Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros. Otro verso explica de Jesús, quien llevó Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados (1Ped 2:24).
Hubo en las ceremonias del primer pacto un rito que demuestra el “llevador del pecador”. Era la ceremonia más sagrada e importante en toda la religión judía, “El Día de la Expiación”. Se celebraba una vez al año por el sumo sacerdote, al entrar en el Lugar Santísima con la sangre de un macho cabrío. Habla de la sangre derramada de Cristo. Pero en la misma ocasión, el sumo sacerdote fue encargado a tomar otro macho cabrío. Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto (Lev 16:21-22).
Mira como el Señor Jesucristo llevó nuestros pecados (Is 53:4; 1Ped 2:24). En alguna manera difícil de entender, Su alma perfecta, sin pecado y sin mancha, llevó todos los hechos pecaminosos del hombre. En Getsemaní, Jesús fue cargado con los pecados del Hombre, pues allí comenzó a entristecerse y angustiarse en gran manera. Dijo, “Mi alma está muy triste, turbada hasta la muerte.” Creo que comenzó a sentir el extraño peso de pecados que aceptó llevar. Dice otro verso al respecto, Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él (2Cor 5:21). Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (Gal 3:13).
Hermanos, ¿porque ha hecho Jesús tan gran obra para nosotros? Porque nos ama. Medítalo y darle muchas gracias. Efesios 2:4-7, Pero Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. ¡Qué increíbles, muy buenas noticias!
Si Cristo verdaderamente llevó nuestros pecados, y Su alma sintió ese extraño peso, entonces fue profundamente y eternamente afectado. Como ya decimos, el perdonador siempre sufre el daño del otro al perdonarle. Por eso el cuadro del macho cabrío llevando para siempre las transgresiones de la congregación de Israel. Algún día en el Cielo, veremos y entenderemos las cicatrices de los sufrimientos de Jesús en perdonarnos. Creo que las cicatrices más chocantes no serán de las heridas en las manos, pies y corona, sino las de Su alma. Como cualquier héroe de combate, las cicatrices de Cristo provocarán aún más la admiración y alabanzas de los que redimió.
Jesús tomó nuestro lugar sobre esa cruz, y Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros (Is 53:6). Tus pecados y los míos. Él aceptó recibir los azotes que merecíamos por nuestras rebeliones y pecados. Dijo el profeta: por Su llaga fuimos nosotros curados (Is 53:5). Fue el sacrificio capaz, el cordero inocente, el Hijo de Dios afligido. Y al completar la misión, ascendió de nuevo a Su trono celestial, esperando el momento para terminar en justicia la gran obra de esta tierra (Rom 9:28).
Convenio Definitivo
Respondió Jesús y le dijo: El que Me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él (John 14:23).
El mundo amaneció nuevo y profundamente cambiado ese día domingo en que Jesús salió vivo de la tumba. Si bien las cosas físicas se aparecían como siempre, el campo espiritual ya era diferente. El príncipe de las tinieblas, Satanás, había caído como un rayo de su poderío (Ap 12:7-10; Juan 12:31; Lucas 10:18) y fue quitado de él los almas de los justos. Jesús, por Su muerte y resurrección, entró en la casa del hombre fuerte (Satanás) y le ató. Entonces saqueó su casa y sus bienes (Mat 12:29; Marcos 3:27). Cristo descendió a Hades y sacó toda alma del antiguo pacto que eligió redimir y se los llevó consigo al Paraíso (véase Ef 4:8-9; 1Ped 4:6; Mat 27:53; Lucas 23:43). Jehová profetizó de Jesús: Por la sangre de Tu pacto…Yo he sacado Tus presos de la cisterna en que no hay agua (Zac 9:11).
Jesús destruyó el poder del Diablo al anular el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz (Col 2:14-15; Ef 2:14).
El poder de la resurrección de Cristo abre la opción que los hombres conozcan a Dios de forma más completa que nunca (Php 3:7-10) y al pasar esta vida física, resucitarán con Él en el Cielo en victoria bendita y eterna (Juan 5:25; Ef 2:5). La Ley de Moisés no podía limpiar el alma manchada de pecado, no podía dar vida nueva, ni reparar la comunión quebrada entre Dios y el Hombre (Rom 8:3; Gal 3:21), pero el mediador Jesucristo sí tiene la autoridad y poder para hacerlos (1Tim 2:5-6; Heb 2:9-10).
El Nuevo Testamento (o Pacto) es el convenio definitivo (o fin último) en el plan de Dios para con el ser humano sobre la tierra. A éste se le llama, el reino de Dios, o el reino de los cielos, o el reino de Cristo. En el famoso Sermón del Monte, Jesús anunció las leyes y propósitos de este Reino espiritual en que Él es Rey y Soberano (Mat 5-7) y los apóstoles comunicaban otros detalles de esta voluntad de Dios en las epístolas. La Palabra de Dios es el manual, el mapa, la constitución del Reino; es viva, eficaz, eterna y poderosa para salvar el alma (1Ped 1:23; 1Tes 2:13; Heb 4:12).
Al centro del plan de Dios para con el Hombre se encuentra la fe. Sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6). Entonces, es de suma importancia estudiar y entender que es la fe. Tristemente, hay desacuerdos importantes sobre la definición de la fe verdadera y bíblica. Me hace recordar la historia de un grupo de ciegos que visitó en un zoológico. Llegaron al elefante y el guía les acercó para que pudieran conocerlo. El primer hombre tocó la pierna del elefante, “Mira,” dijo, “el elefante es como una columna.” El segundo hombre se encontró con el costado del elefante, “No,” dijo, “Es como una pared.” El tercer hombre palpaba la trompa del elefante y dijo, “Aa, el elefante es como una culebra.” Otro se fijó en su cola y dijo, “A mí parecer, el elefante es una soga.” Y el hombre final se encontró con la oreja y dijo, “Creo yo que el elefante es como un ventilador.”
¿Quién tuvo la razón? Ninguno. Llegaron a una idea errónea porque no hicieron una exploración completa del elefante. De la misma manera, se puede llegar a una conclusión errónea de la fe al estudiar unos pocos versículos bíblicos y no las enseñanzas completas de la Biblia. Hay que pasar tiempo y estudiarla en todas sus partes. Hay que manejar de manera correcta y completa la Palabra de la Verdad (2Cor 2:17; 2Tim 2:15).
Efectivamente, la fe que salva no es un elemento, sino un compuesto. Como el elefante, la fe tiene varios aspectos que se puede ver al estudiar la definición bíblica. De hecho, podríamos comparar la fe verdadera a una corona de gloria en la mano de Jehová y diadema de reino en la mano del Dios tuyo (Is 62:3), la cual se brilla de oro, plata y joyas preciosas. Lo importante es armar bien y correcta los materiales para llegar a la corona de la fe verdadera, la fe que Dios quiere. Propongo cinco partes para la fe bíblica. Estas partes no son difíciles de entender, son claros para él que busca sinceramente la verdad. Cada parte es un tema en sí, pero en conjunto, forman el cuadro de la fe del evangelio.
- Conocer la Verdad (Rom 10:17; Mat 16:8).
- Creer la Verdad (Juan 6:29).
- Aceptar la Verdad personalmente (Heb 11:26)
- Hacer y obedecer la Verdad (Mat 7:24; Stgo 1:23)
- Perseverar y confiar en la Verdad (Col 2:5; Heb 10:22; Rom 2:7)
Algunos maestros de la Biblia paran al llegar al primer o segundo aspecto. Pero conocer y creer la verdad no es suficiente. El apóstol escribió, Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan (Stgo 2:19). Los demonios no se salvan al creer en Dios; tampoco el ser humano. La fe verdadera contará con las cinco piezas, o no es la fe verdadera, es una fe falsa. Sin la fe verdadera, no hay victoria y no hay galardón.
Los cinco partes de la fe bíblica se hacen claro en el relato de Pedro cuando intentó caminar sobre el agua. Escuchó la palabra de Cristo y la creó. Después, decidió aceptar el llamado de Cristo e hizo el inicio; comenzó a caminar sobre el agua! Sin embargo, Pedro fracasó en la última parte. No puso su plena confianza en Dios, no perseveró en la Verdad e inmediatamente comenzó a hundirse en las aguas.
Ojo, aunque los maestros falsos te digan otra cosa, la Biblia enseña que la fe que te salvará es más que solamente creer. Hebreos 11 da un registro largo de los héroes de la fe, ¿Cuál de ellos no obedeció las palabras de Dios? ¿Cuál de ellos no perseveró en ellas hasta la muerte? De hecho, ¡se destacan cada héroe por sus obras! Hoy día en el cristianismo, el término “buenas obras” es mal-tomado, incluso menospreciado. Este no cambia la verdad, que en el día final vamos a ser juzgados según nuestras obras. Véase Mat 16:27; 2Cor 5:10; Apoc 20:12. Según muchas iglesias evangélicas, las obras del hombre son trapos de inmundicia en los ojos de Dios. Eso es falso. En toda la Biblia, Dios busca gente que Le honra y Le obedezca. Sus obras son valiosas. Hacen que la gracia de Dios crezca en sus vidas, y hacen que las bendiciones atesoran en su favor en los cielos.
No malentendamos el concepto de obras en la Biblia. En su definición más básico, obrar para Dios es talar nuestro ser conforme a Su voluntad (Rom 12:2), es producir el fruto del Espíritu en nuestra vida (Gal 5:22-24), es seguir las huellas de Cristo en todo momento (Mat 16:24). En realidad, practicar la fe es una obra (1Tes 1:3; 2Tes 1:11). Entonces, no debemos temer la palabra, “obras”. Fuimos creados en Cristo Jesús para buenas obras (Ef 2:10). Este verso es interesante porque concluye el pasaje que más usan aquellos que descartan las obras buenas del hombre. Aquí son: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Ef 2:8-9). Estos versos no contradicen, sino que se abrazan.
No ganamos la salvación en hacer buenas obras. Cada hombre ha pecado, entonces es imposible obrar y así ganar la salvación. El hombre ya es contaminado, ya está perdido. Obras buenas no pueden deshacer las obras malas, ni pueden emblanquecer el alma de pecados. Entonces, imposible es que el hombre se salva por hacer buenas obras. Somos salvos por gracia. Jesús tomó misericordia de nosotros y nos salvó, perdonándonos de nuestros pecados y así somos limpios y salvos. Entonces, sí, nadie puede gloriarse y decir, “me salvé por hacer buenas obras”. Pero esta verdad no implica que no es necesario obrar. Sin falta, las obras buenas caracterizan el verdadero cristiano.
Toma nota de esto, que en explorar el pasaje completo, llegamos a conocer mejor “el elefante.” Las obras de la carne nos hace servidores de Satanás, pero las obras del Espíritu son actitudes, decisiones y hechos que muestran nuestro compromiso con Dios en hacer toda Su voluntad según lo que enseña Su palabra. Este último es exactamente la conclusión del Apóstol Pablo en 1Corintios 13, donde explica la preeminencia de Amor en la vida del cristiano. Al leer su descripción, queda claro que el hombre ágape es aquel que actúa en obras buenas y valiosas. Y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (1Cor 13:13).
Mira, el amor es el actuar de tu creencia. No es un sentimiento ni la palabras vacía (Stgo 2:16), sino el hacer y obedecer la Verdad, la cuarta pieza de la fe que salva. O hombre vano, la fe sin obras es muerta (Stgo 2:20). La fe se perfecciona por las obras (Stgo 2:22). Algunos ponen diferencia entre las enseñanzas del apóstol Pablo y el apóstol Santiago donde no existan. Es que no quieren reconocer las cuatro partes esenciales de la fe verdadera.
Pudiéramos alargar mucho en cuanto al hermoso convenio definitivo de esta edad, pero optamos por enfocar en unos principios de sumo importancia: la fe verdadera y el amor. Cristo dijo que toda Su ley se basa sobre dos mandamientos mayores: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente… y tu prójimo como a ti mismo. (Mat 22:37-39). Busca esa relación con Él sobre todas las cosas, ama a Él sobre cualquier tesoro. La persona que se dedica sinceramente y enteramente a esta actividad nunca será avergonzado.
Sería una falta grande no reconocer la otra gran iniciativa de Dios para la Era de la Fe, que es la iglesia. En el Antiguo Pacto, había una sola congregación en Israel y un solo templo en Jerusalén para los cultos. En el Nuevo Pacto, hay muchos congregaciones, o iglesias, y el templo de cultos puede estar en cualquier lugar. Con dos o tres personas orando y adorando, Dios promete estar en medio de ellos (Mat 18:17-20; Juan 4:20-24).
La iglesia local es de alta bendición para las almas sedientes de Dios. Los cultos animan los fieles y llaman a los perdidos a experimentar las bondades de nuestro Salvador. Cristo ha puesto alto valor en la iglesia (Ef 5:25-33) y es nuestro deber servir fiel en ella para la Su gloria (Heb 10:25).
Consumación
Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lucas 21:27-28).
El Reino de Cristo nunca acabará (Dan 2:44; 2Ped 1:11). Jesús venció la muerte y ascendió al trono celestial donde reinará por los siglos de los siglos (Lucas 1:33; Heb 1:3; Ef 1:20). Sin embargo, el aspecto terrenal del Reino sí terminará. Al llegar el momento que indica el Padre, Cristo volverá para los fieles vivos (Mat 24:29-31; Juan 14:1-3; Hechos 1:11). Traerá consigo las almas esperando en el Paraíso (1Tes 4:13-18; Ap 6:9-11), porque los que mueren en Cristo ascienden a Paraíso para reinar con Él sobre la tierra hasta el día final (Ap 5:9-10). Jesús es el miembro apropiado de la Trinidad para esta acción pues es el único que andaba en carne sobre la tierra y murió como hombre.
La Era de la Iglesia terminará por causa de gran apostasía, rebelión y pecado entre todos los puebles de la tierra (Mat 24:4-14; 2Tim 3:1-9; 2Ped 3:3; Ap 14:14-20). Incluso, las iglesias de Cristo se caracterizarán con gran engaño e ilusión, creyendo en mentiras (2Tes 2:1-12; Mar 13:21-23; 1Tim 4:1-2) y viviendo en pecado abierto (Lucas 13:23-27; Mat 24:44-51; Judas 1:4-19). La verdadera fe se verá muy escaso (Lucas 18:8) y los falsos maestros andarán de mal en peor (2Ped 2:1-3). La Biblia advierte que el día final llegará como un lazo cayendo sobre los habitantes de la tierra (Lucas 21:33-36; Mat 25:13). Vendrá en el momento que menos Lo esperen (2Ped 3:10; Lucas 12:36-40; 1Tes 5:1-4).
Mientras las iglesias caen más y más profundo en el mal, la gente del mundo se multiplicarán los pecados e inventos malvados (Rom 2:21-32; Ap 9:20-21). Las iniquidades, perversidades y violencias se compararán a Sodoma y Gomorra, ciudades que Dios destruyó con azufre y fuego del cielo. Al igual que pasó con ellas, la destrucción caerá tan repentinamente que no habrá ningún espacio para arrepentirse (Lucas 17:26-36; Mat 24:30-31). Al igual que pasó con ellas, llegará el momento en que la proporción de los que agradan a Dios no es suficiente, y entonces Dios terminará la obra de Su creación. La sal se hiciere insípida e inútil; hay que arrojarla fuera (Lucas 14:34-35).
Recuerda la conversación de Dios con Abraham sobre la destrucción de Sodoma. Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré…Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad…Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos…Y volvió a decir…quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez. Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham (Gen 18:20-33). Sabemos la historia, que no había ni siquiera diez justos en Sodoma y Gomorra y Dios las destruyó. Se salvó solamente tres personas de esas grandes ciudades antiguas. ¿Cuántos justos hay en el mundo hoy y cuál es la proporción mínima de sal buena? Si fueron cien mil habitantes en Sodoma y Gomorra contra 9 justos (el límite que dijo Dios), la proporción será ,009%. Llevando ese porcentaje a los 7.500.000.000 habitantes en el mundo de hoy arrojaría 675.000.
El primer señal que el fin del mundo se acabe es la apariencia de Cristo en los cielos (Mat 24:30; 2Tes 1:7; Hechos 1:11). Entonces los sepulcros se abrirán y los cuerpos subirán para unirse con las almas que Jesús trae consigo. A este se llama “la resurrección.” Acto seguido, subirán los creyentes fieles que están vivos en ese momento, al ser transformados sus cuerpos terrenales en un instante a cuerpos celestiales (1Tes 4:13-18; 1Cor 15:50-54). Juntos, este gran grupo de redimidos de toda la historia irá a su eterno hogar, que será el capítulo final en este relato. Los que no son raptados de la tierra sufrirán la destrucción junto con el mundo completo (2Ped 3:10-13; Ap 6:12-17).
Cielo
Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron (Ap 21:3-4).
El alma nunca cesa de existir, incluso al morir el cuerpo físico. Está establecido que muera el ser humano: el alma, espíritu y carne (Heb 9:27; Gen 2:17). El alma y espíritu mueren espiritualmente al caer en pecado (Stgo 1:14-15), pero al creer en Cristo renacen – han pasado de muerte a vida (Juan 5:24-25). Sin embargo, la carne muere separada y tiene que esperar el día final para su renovación, cuando el cuerpo será levantado y transformado en un cuerpo nuevo y perfecto. Al juntarse nuevamente el cuerpo con el alma y el espíritu, se concreta la resurrección del hombre.
En el día final, los cuerpos de todos, buenos y malos, saldrán de los lugares de reposo para reunirse con el alma y el espíritu (Juan 5:28-29; Hechos 24:15). Los malvados intentarían esconder sus cuerpos de Dios al morirse, pero no es posible (Ap 6:15-17; 20:13). Cada uno tiene que presentarse delante el tribunal de Dios (2Cor 5:10; Heb 9:27; Rom 14:10-12). Jesús describió el juicio como un pastor que separa las ovejas de su rebaño de las cabras. A las ovejas dirá, Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo, pero a las cabras dirá, Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna (Mat 25:31-46).
La Palabra de Dios declara en muchas ocasiones los dos estados finales disponible para el hombre. Es inconcebible y alarmante que varios enseñen que los malvados no van al castigo eterno, sino que dejan de existir. Ningún hombre es juez, ni dador, de la Ley; sino que ha sido encargado de ser hacedor de ella (Stgo 4:11-12). Proclamamos lo que Dios ha dicho, pues Su palabra juzgará en el día postrero (Juan 12:48). Sí, sabemos que Dios es bueno y justo, entonces no castigará más de la cuenta. El castigo de cada persona se determinará según el nivel de culpabilidad. El siervo que conocía la voluntad de Dios pero no lo hizo recibirá muchos azotes, pero el que no lo conocía, será azotado poco (Lucas 12:47-48).
Los redimidos también recibirán galardones distintas en el Cielo conforme a lo que ha hecho con los talentos y dones que Dios le dio (Mat 25:14-30). La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego (1Cor 3:13-15). La recompensa es apropiada y justa para cada hombre. En las últimas palabras de la Biblia, Jesús nos prometió: He aquí Yo vengo pronto, y Mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra (Ap 22:12).
El motivo es el siguiente: no hagamos solamente el mínimo para llegar al Cielo. Démosle el máximo. Y el galardón celestial sobrepasará la imaginación (Ef 3:20). Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (2Cor 4:17). El apóstol Pablo es gran ejemplo de una persona que se entregó por completo a conocerle a Cristo, sin guardar nada para sí mismo en esta vida. Querría recibir su corona celestial y se esforzó en todo para lograrlo (Fil 3:7-14; 2Tim 4:8).
Finalmente, tengamos en cuenta esta seria verdad, que muchos no alcanzarán la victoria. Más que nunca es necesario ser atento y astuto, porque las artimañas del Diablo son más diversas, más potentes y más numerosas que nunca. Durante un poco de tiempo antes del fin, Satanás será suelto para engañar por completo los pueblos del mundo (Ap 20:7-9). Sus engaños al pecado serán tan fuertes que Dios acortará el tiempo, pues, de otra forma aun los escogidos se caerían (Mat 24:22).
La táctica básica de Satanás no ha cambiado, pero las presentaciones sí son más engañosas. Viene a la mente de cada persona sembrando dudas, cuestionando la buena palabra de Dios, ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Desde el principio, el plan de Satanás ha sido torcer la Palabra y corromper los buenos diseños de Dios. Intenta llegar a nuestra carne, el ego y el corazón caído, insinuando que Dios miente al Hombre (no moriréis), que Dios es avaro (sabe que seréis dioses si comáis), que es cruel y tirano (¿Por qué no podéis tomar de TODO árbol?), que es manipulador (no quiere que vuestros ojos sean abiertos), etc.
Cuidado que no caemos en sus trampas. En cambio, meditemos en el buen plan de Dios en crear el ambiente adecuado para que se juntaran en uno los únicos seres con la capacidad de razonar, elegir, creer y obedecer. Como cualquier padre bueno, Dios creó sus hijos esperando que ellos Le honraran y actuaran conforme a Sus leyes y Su voluntad (Ap 4:11; Is 43:7). Esta vida corta es la prueba de quien se encuentra digno de entrar en esa comunión final, el eterno Reino Celestial. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con Su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén (Ap 1:5-6).